Marina Eto, 30 años, regenta un salón de belleza. Un anillo brillante en su dedo anular... Su marido es el presidente de una empresa inmobiliaria, una auténtica élite y celebridad. Parece que Marina no sólo tiene la mayor fortaleza financiera sino también un deseo sexual mayor que el de la mayoría de las personas. Debido a mi edad y al cansancio del trabajo, a la gente le resulta difícil hablar conmigo y, como ambos somos masoquistas, quiero que me culpen, pero nadie está dispuesto a asumir la culpa.