Ha pasado un año desde que nos casamos y vivimos en casa de los padres de mi marido. Mi marido tomó la dirección del salón de masajes de manos de su suegro, que perdió a su suegra hace cinco años y no tenía aficiones y seguía trabajando dos o tres veces por semana como pasatiempo. Desde fuera era una familia feliz, pero su única queja era que su metódico marido le decía que el sexo era sólo un medio para tener hijos. Ese día también, después de tener un bebé, estaba en el baño.